Queridos hermanos:
Esto es precioso. Hace un calor que te mueres. Estoy alojado en una habitación realmente austera, en la pensión Manuela sur Mer (dos estrellas). Los dueños son antipáticos; necesitan que les transmita el mensaje de nuestro amado Jesucristo (en cuanto me deshaga de las cucarachas de la habitación). La foto de la postal es de la playa que se vería desde mi cuarto si no me la tapara el Hotel Bella Vista.
Os quiere,
Pablo de Tarso.
Queridos hermanos efesios:
Estoy exultante. La gente aquí no es muy receptiva al mensaje del Mesías, pero he encontrado un restaurante donde hacen una paella extraordinaria. ¡Qué feliz me hace que Jesucristo no nos prohibiera comer gambas!
Siempre vuestro,
Pablo de Tarso.
Queridísmos hermanos:
Disculpad estos días de silencio. He estado malísimo por culpa del marisco. Confieso que he pecado de gula y Dios me ha castigado con una diarrea apocalíptica. Cada vez que me siento en el inodoro se abren los siete sellos y suenan las trompetas de los arcángeles.
A mi regreso estaría bien que nos sentáramos y estableciéramos a partir de cuántas gambas uno peca de gula.
Vuestro humilde servidor,
Pablo de Tarso.
P.S.: Disculpad la imagen obscena de la postal; no he podido salir del hotel y era la única que he podido conseguir; tendré que ponerme manos a la obra para acabar con el paganismo lascivo que impera por aquí.
Queridos hermanos efesios:
Hoy he ido a predicar a la playa. Cuando regrese, tendríamos que hablar seriamente de poner unos límites de decoro en el vestir. El diablo acechaba en forma de mujeres prácticamente desnudas por doquier. He observado atentamente las formas que adopta Lucifer y, tan absorto estaba en mis cavilaciones, que he pisado sin querer a un señor que tomaba el sol tumbado sobre una toalla. Era una especie de Sansón pero en bruto. He soportado sus golpes pensando en lo realmente mal que debió pasarlo Nuestro Señor Jesucristo durante el Calvario. Luego he alquilado un patín de agua para dar un paseo, y a eso de la medianoche, cuando regresaba en la patrullera de los marineros que han venido a rescatarme, me ha entrado la nostalgia, recordando los paseos en barca que dábamos con el Mesías.
Un abrazo fraternal,
Pablo de Tarso.
Queridísmos efesios:
Esta noche he tenido visiones proféticas y he sido poseído por Belcebú. Seguramente es fruto de los días de reflexión y de los tres cubalitros de calimocho que ingerí anoche. Quizá me excedí, pero era lo más parecido a un cáliz con la sangre de Nuestro Señor que encontré en el Paseo Marítimo.
La parte positiva es que pude hacer profesión de caridad y entregué todas mis pertenencias materiales a dos jóvenes descarriados que me amenazaron con un cuchillo en un callejón.
Tengo un dolor de cabeza horrible. Cuando regrese creo que deberíamos establecer unos límites a la ingesta de vino. A partir de tres litros, propongo que sea pecado.
Vuestro hermano,
Pablo de Tarso.
Amados hermanos de Cristo:
¡Por fin he encontrado a alguien dispuesto a escuchar la palabra del Señor! Son un grupo de chicos muy amables, cariñosos y sensibles. Me han invitado a que acuda esta noche a lo que ellos llaman un “bar de osos”. Los osos, los peces y los hombres, todos somos criaturas de Dios. Acudiré gustoso a difundir el Evangelio.
Vuestro amigo y hermano,
Pablo de Tarso.
Muchachos:
Cuando regrese creo que deberíamos de hablar de un tema. Ya os explicaré, pero, de momento, lanzo la pregunta: ¿en serio creéis que la sodomía es un pecado tan, tan grave?
Cordialmente,
Pablo de Tarso.