Día 1.
Salgo de la caja, me ponen en el suelo… He tenido que recoger yo mismo los cartones del envoltorio. Mi emplazamiento es un pequeño cuarto con trastos. Es angosto pero agradable. Incomodidad e ilusión a partes iguales. ¿Era un trozo de pizza lo que había bajo el sofá?
Día 2.
Mi primer viaje hacia el otro lado del pasillo ha revelado que el piso es extraordinariamente grande y está extraordinariamente sucio. Con ánimo de impresionar, he querido poner a prueba mi capacidad de succión y recorrido ordenadamente todas las habitaciones en un armonioso zigzag. Nadie ha dicho nada, imagino que el silencio es su mayor muestra de respeto hacia mi trabajo. Cansado y satisfecho tras casi dos horas de trabajo he vuelto a mi rincón. Pese a la tranquilidad por el trabajo hecho, insomnio y parpadeos hasta altas horas de la madrugada.
Día 3.
¿He acabado en un piso de estudiantes? Espero que no, por Dios bendito, pero la cantidad de suciedad nueva que me he encontrado por la mañana me hace temer lo peor. Cierta desazón.
Día 4.
O sea, en serio, ¿esta gente cómo puede vivir así?
Día 6.
El gato (definitivamente hay un gato en algún sitio) ha dejado “algo” en el pasillo. Podrían ser heces o restos de comida, pero decididamente es algo que procede de un gato. Me he desviado un poco para esquivarlo, no tenía fuerzas para mirar. Mala conciencia por ello hasta bien entrada la noche.
Día 23.
He leído algunos prospectos encontrados bajo el sofá. Largo paseo tranquilo sin incidencias. Ahora descansando y recuperando fuerzas. ¿Quién sería capaz de ver esto desde arriba, del principio al fin, con los ojos abiertos?
Día 28.
El gato se ha presentado al fin: se llama Pastrami. Hacía días que me venía observando desde lejos, lanzándome bufidos, así que el cambio resulta agradable. Luego se ha subido encima mío y me he visto obligado a llevarlo a cuestas, espero que no se convierta en una costumbre. ¿Demasiadas confianzas? Creo que mañana intentaré evitarlo.
Día 31.
Empiezo a sospechar que fui un regalo del banco al abrir una cuenta corriente o algo así. Apenas se me presta atención. Me da la sensación de que molesto o de que nadie se da cuenta de que el suelo está más limpio. Hoy me han lanzado unos cacahuetes al suelo para que los recogiera entre risas como un animal de feria. Claramente esto es un piso de estudiantes, lo que explica que mi vida haya sido un tormento hasta ahora.
Día 35.
Olvidar todo. Mirada fija en el suelo. Uno ve solo vacío, busca en todos los rincones y no se encuentra a sí mismo.
Día 52.
A pesar de mis dolores de cabeza por culpa de los golpes que me doy contra los muebles algo me empuja a cumplir con mi deber aunque en el fondo desespere por quedarme en mi sitio sin salir. Pocas fuerzas hoy para entrar en la cocina, quizá mañana.
Día 53.
Estoy desbordante, literalmente, de mierda.
Día 57.
Nuevo gato. Más pelos. Se llama Leo. Con qué frialdad he estado jugando con él esta tarde: me resultaba repelente y estúpido.
Día 63.
Migas. Aburrimiento. Pocos retos y aún menos ambición. Rutina.
Día 74.
Ronda de rigor salvo que al llegar al salón ni siquiera se han molestado en levantar los pies para dejarme aspirar. Tras cinco golpes en los tobillos me han dejado recoger las migas del suelo. Al marcharme he podido oír cómo abrían un paquete de pipas. No he querido mirar atrás. Cuando me había alejado unos metros uno de ellos me ha lanzado una manzana que me ha golpeado con fuerza en la espalda. He podido oír un crujido. A partir de ahora saldré cuando no haya nadie en la casa.
Día 78.
Largos paseos con Pastrami por el pasillo mientras me golpeaba contra las paredes. Gran interés de ambos en algunas cuestiones controvertidas. Tarde agradable a pesar de todo.
Día 82.
Completa inutilidad. Domingo.
Día 91.
Me vuelva donde me vuelva, la suciedad me rodea. Apenas soy capaz de recogerla ya dado que, literalmente, no puedo seguir tragando esto. Ojalá alguien me vacíe la bolsa pronto.
Día 95.
No me he cruzado con Pastrami en todo el día. Espero que no esté enfadado por el hecho de que le recogiera toda la comida que tiró el suelo ayer. ¿Lo he echado de menos? No soy capaz de decidirme.
Día 105.
Esta mañana, un poco mosqueado aún por el hecho de que el gato se haya llevado todo el mérito de nuestro hilarante hit de Internet «Cat on a Roomba So Funny» he escrito «OS ODIO» en el suelo del salón. Animado, también he dibujado unos penes. Espero que nadie lo vea.
Día 124.
Los últimos tiempos, innumerables, casi ininterrumpidos. Paseos, noches, días, incapaz de nada, excepto de dolores. Cada vez más angustiado.
Día 395.
Hoy, en un descuido, se han dejado la puerta abierta. He conseguido salir del apartamento. Había escaleras. Quería continuar y dejarme caer, pero mi cuerpo, cada vez más ajeno y extraño a mí, no me ha respondido y ha dado la vuelta de regreso al pasillo. Estoy atrapado aquí dentro.