Hola a todo el mundo,
Este mail es una simple presentación amistosa que acompaña a la pequeña charla informal en la que fuimos convenientemente presentados hace ahora dos semanas.
No me gustaría que se tome este escueto mail enviado un domingo a las nueve de la noche como una retahíla de reproches pero es cierto que tras nuestro primer encuentro las cosas no han avanzado con mucha fluidez. Me disculpo: probablemente ha sido culpa mía. Soy expeditivo y eso puede resultar molesto a algunas personas poco acostumbradas al vigor dialéctico o a ver a alguien en traje y corbata. Imagino que tampoco estáis acostumbrados a que alguien esté por ahí como “escogiendo” cuáles de vosotros merece la pena conservar y cuáles no. ¡Jaja, empieza la purga soviética! (es broma porque esto no es exactamente así) Tengo que llevar corbata y vosotros no necesitáis llevar corbata pero las diferencias entre vosotros y yo acaban aquí, somos iguales a todos los demás efectos. ¡Somos iguales!
Y he pensado “siéntate tranquilamente y envía un mail para que lo puedan ver antes de cenar, con la tranquilidad y el sosiego de espíritu propio del domingo”.
Puede ser que en las últimas semanas haya llamado a todo el mundo por el mismo nombre: Felipe. Esto se debe a que sois muchos. ¡No es fácil recordar el nombre de 19 personas! Sé que puede ser un hábito irritante, pero todos vosotros también me llamáis a mi usando un único nombre y no pasa nada, ¿no? Jaja, es broma. Intentaré aprenderme los nombres de todos pero debéis ser pacientes. Quizá, si el problema es que soy incapaz de recordar tantos nombres lo más fácil sería recortar el número de trabajadores, jajaja (broma)
Lo que debéis preguntaros es, ¿me molesta que me llamen Felipe o me molestaría más que ya no fuera necesario que me llamaran de ninguna manera? No sé si me explico ;)
No he podido evitar fijarme que el nuevo sistema de reportes de horas que he implementado no está siendo del todo efectivo. No me gustaría que esto sonara demasiado controlador porque puede parecerlo, pero es esencial reportar al final de cada semana el trabajo realizado durante la misma.
¡Yo soy el nuevo aquí, echadme un cable, jeje! Antes de que fuera yo la persona encargada de esta oficina no reportabais el trabajo, ya lo sé. Y estoy convencido de que ya trabajabais al más alto nivel. Pero, precisamente por eso, porque nadie tiene nada que ocultar, no debería ser una molestia excesiva rellenar los informes de productividad.
Yendo un paso más allá, pediría que no fuera necesario solicitar dichos informes cada viernes por la tarde. Creo que todos somos adultos y estamos aquí para hacer un trabajo. Y a partir de ahora formará parte de nuestro cometido entregar dichos reportes de actividad al final de cada semana. Yo mismo voy a tener que realizar el mío y calificarme a mí mismo (locura, jaja). Sin embargo es por el bien común y pronto tendremos tan integrado en nuestro día a día intentar rememorar cuántas horas hemos dedicado a tal o cual proyecto que no nos daremos ni cuenta de esos informes.
Es más, puede que incluso nuestra mente agradezca mirar atrás y reflexionar sobre nuestra propia vida laboral. Si nos los tomamos como un ejercicio de introspección puede ser hasta saludable. Quiero que cada viernes miréis atrás y me resumáis lo que habéis producido y que os digáis “este soy yo, he hecho estos informes y me siento a gusto con ello y protegido al mismo tiempo porque llevando a cabo mi trabajo estoy construyendo un refugio y me siento seguro en este recinto que he construido con mis manos, metafóricamente”. Os pido que seáis conscientes de ello y, de esta manera, tengáis presente esa comodidad.
El refugio es metafórico pero cuanto más trabajéis en esta empresa más aislados estaréis de la tormenta que está cayendo ahí fuera, en la calle.
“Me siento tranquilo porque me han brindado la oportunidad de mirar a mi propio trabajo y ser consciente del mismo, y ser consciente de que soy consciente gracias a la oportunidad que me han dado de poder meditar profundamente durante una hora sobre mi propia trayectoria profesional de esta semana. Voy a concentrarme, voy a listar exactamente todo lo que he hecho de manera clara y concisa a la vez que detallada y a preguntarme si he dedicado más tiempo y energía a quejarme del trabajo que al trabajo mismo. ¿Me he centrado en mis tareas simes o he preferido vagar sin rumbo por la oficina? De todos los euros que ganaré con el trabajo realizado esta semana, ¿los merezco todos y cada uno de una manera legítima y sin ápice de dudas? ¿Me hace sentir realmente vivo la lista de objetivos completados o por el contrario me voy a ir a casa avergonzado y cabizbajo y con la sensación de que el lunes tendré que soportar el peso del trabajo de la semana que inicia más el lastre de la anterior? ¿Seré capaz de soportar ese peso o por el contrario la constante presencia de ese peso me impedirá disfrutar del fin de semana con mis hijos, a los que debo alimentar durante algunos años más? ¿He sido capaz de mantener mi refugio al día? ¿Es resistente? ¿Aguantará la tormenta una semana más?”.
Quiero que tengáis esta misma reflexión al rellenar los informes, tras los números indicados en el fondo se esconden todas esas preguntas profundas que determinan vuestra vida.
No sólo me estaréis informando a mí con esos informes sino también a vosotros mismos.
Especialmente y casi por completo, os estaréis informando a vosotros mismos y poniéndoos en cuestión a vosotros mismos mediante ese ejercicio de introspección. Le acabaréis cogiendo el gusto.
¡No quiero que nadie trabaje sintiéndose observado! ¡Intentad estar cómodos con esta nueva situación!
Hablando de comodidad. En mis últimos paseos a la cafetera no he podido evitar fijarme en que algunos acudís a trabajar con ropa muy cómoda. Eso está bien, ¡yo también opto por la comodidad a veces! No obstante, debemos establecer un parámetro entre lo que es cómodo y lo que es cómodo en exceso. Deberíamos poder encontrar un término medio entre sentirnos físicamente cómodos y hacer que la marca, la empresa a la que todos pertenecemos, se sienta también cómoda (importante). Nosotros debemos estar cómodos y la marca debe estar cómoda con nosotros. Es justo, ¿no?
Por ejemplo: estaría bien dejar de acudir a trabajar en pantalones cortos. No es necesario que todos vengáis con corbata a la oficina, pero preferiría que las camisetas de grupos de rock y pop quedaran limitadas al ámbito exclusivamente privado y no corporativo. Y en cuanto cruzamos esa puerta, tanto vosotros como yo somos la valla publicitaria de esta empresa. Y aquí no organizamos conciertos, ¿verdad? Ya nos gustaría a todos, pero parece una posibilidad remota por lo que no veo el motivo por el que deberíamos venir vestidos con una camiseta del grupo Nirvana si no está previsto que aparezcan por aquí (y os lo avanzo, no van a aparecer por aquí). Es cierto que aquí sólo contestamos llamadas, pero eso no significa que la imagen no sea importante. Os aseguro que el cliente, que llama reclamando problemas y buscando ayuda, percibe la falta de seriedad de un operador que contesta al teléfono con una camiseta de un grupo de pop.
Respecto a las chicas, no voy a pedir que vengáis más sugerentes (ya me gustaría, jaja) pero os recuerdo que es necesario dar una imagen pulcra y profesional pero también desenfadada y femenina. Que nuestros clientes vean que no estamos excesivamente preocupados por el hecho de que haya mujeres trabajando aquí en nuestra oficina, que vean que para nosotros es algo normal. ¡Así también lo será para ellos!
Lo que no podemos hacer es estar quejándonos de la nueva situación cuando, repito, esta situación no afecta a nuestro trabajo concreto. Yo voy a estar por aquí, voy a intentar conoceros uno a uno y vamos a seguir haciendo lo que habéis estado haciendo hasta ahora con la salvedad de que vamos a hacerlo mejor y vamos a introducir algunos cambios.
Espero que la corbata no suponga una muralla entre vosotros y yo. Para mí la situación ideal sería que no fuerais conscientes de mi presencia, sino que mi presencia no sea más que una energía, un catalizador, que haga que seáis conscientes de vosotros mismos y del trabajo que realizáis y del aspecto que proyectáis hacia el exterior y del refugio que construís cada semana con vuestro trabajo, con vuestro empuje, con vuestra sonrisa, con vuestros trajes pulcros y con los informes semanales que rellenaréis cada viernes.
Quiero ser, digámoslo así, un espejo. Un espejo que, por cierto, ha costado mucho dinero a la compañía (me consta de primera mano, jaja, lo pone en mi nómina) y que por tanto parece que va a estar aquí mucho tiempo. Va a ser mejor que lo aceptéis y os acostumbréis a miraros en ese espejo, pues eso es lo que soy yo ahora mismo.
Nos vemos mañana lunes, reflexionad sobre todo esto durante lo que os quede de domingo y sed conscientes de que el refugio que habéis construido cae a plomo cada fin de semana y debéis volver a levantarlo el lunes… Y si en algún momento os encontráis que no está construido será vuestra propia responsabilidad el haberos quedado a la intemperie.
Un saludo, disfrutad del fin de semana y nos vemos en exactamente diez horas!