Revista literaria avant la lettre

Las mejores procrastinaciones de los grandes escritores de la historia universal

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Si bien es cierto que a estas alturas se ha escrito mucho sobre las grandes obras de los autores y autoras más célebres de la literatura universal (¡quién soy yo para añadir algo al respecto!), no es menos cierto que se ha hablado poco sobre una parte de su obra injustamente poco valorada: las procrastinaciones. (Y en este tema, permítame la inmodestia, sí tengo mucho que aportar1Consúltese, por ejemplo, mi volumen Antología de las mejores procrastinaciones del s. XX. Todavía por publicar.). He aquí un repaso que pretende subsanar tal error histórico:

Marcel Proust, además de ser el inventor del air guitar (véase foto2), fue un ejemplo de procrastinación para muchos otros escritores. No en vano el libro A la búsqueda del tiempo perdido se refiere, al contrario de lo que muchos lectores piensan3Se recomienda consultar mi artículo en el Huffington Times «10 libros que habías estado leyendo mal hasta ahora y no lo sabías»., a los momentos dedicados a plegar compulsivamente los calzoncillos como excusa antes de ponerse a escribir. Su legado, además de unas cuantas novelas, son miles de camisas rigurosamente planchadas y una forma personal de doblar los calcetines (conocida como la touche Proust) en forma de madalena.

Otros escritores son aficionados a la pintura. En concreto, a enderezar obsesivamente los cuadros colgados de la pared. Tolstoi heredó de Gogol dicha afición y heredó de Dostoyevski 12 botellas de vodka sin abrir que se pulió en dos semanas. De ahí su célebre frase «Todas las familias felices se parecen, pero ya no me acuerdo qué venía después».

Kafka era más de perder el tiempo haciendo gestiones como cambiar la titularidad del contrato de la luz o reclamar el importe de una factura que, según él, no podían esperar a mañana, mientras de Chateaubriand recordamos sobre todo sus tardes avistando la vecina de enfrente en ropa interior. También merece la pena mencionar la afición de Sade al onanismo, pero nunca estamos seguros en su caso si se trataba de perder el tiempo o de trabajo de campo.

Pero dejemos a los clásicos. David Foster Wallace nos dejó para la posteridad horas y horas ajustándose la bandana a la cabeza frente al espejo o lanzando pelotitas de tenis contra la pared4Para saber más de Foster Wallace se recomienda leer su libro 10 cosas supuestamente divertidas que nunca me pondré a hacer porque me da perezaLa procrastinación infinita.. La escuela americana se complementa con John Barth o Robert Coover, inventores de la metaprocastinación: procrastinar antes de ponerse a procrastinar. Y de Woody Allen (muy activo en cine pero, afortunadamente para nuestros intereses, no tanto en literatura), recordaremos su gran obra maestra Voy a jugar un rato con mi hija y luego me pongo.

En Cataluña todo lo ha procrastinado ya Josep Pla. Es muy habitual ir al lavabo sin ganas y que alguien te diga5O escriba un artículo en La Vanguardia., con invariable suficiencia, «Bah, esto ya lo hizo antes Josep Pla». Y tampoco se puede obviar el debate sobre si es procrastinación catalana la procrastinación castellana hecha en Cataluña (que ha ocupado muchas horas en Twitter, ayudando así a la procrastinación diferida de muchos otros escritores).

Las mujeres han sido invisibilizadas también a la hora de no trabajar. ¡Cuántas han tenido que hacerse pasar por hombres para jugar al buscaminas! Legendarias son las luchas de Jane Austen con su corsé, mientras Agatha Christie (aficionada a la procrastinación de género negro) prefería matar el tiempo. Incómoda para muchas autoras jóvenes resulta la comparación recurrente con Mercè Rodoreda, que alcanzó cotas excelsas de perfección en el arte de regar y podar las plantas cuando no les hacía falta.

Y no podemos terminar el artículo6Me extendería más, pero me aguarda una baudelairiana caja de Donetes en la nevera. sin mencionar la edad de Oreo de Calderón de la Barca o Lope de Vega, la escuela de consultar la prensa deportiva ateniense de Eurípides y Sófocles o las increíbles lavadoras absurdas de Samuel Beckett, tan rompedoras en su momento. Pero si hay un gran procrastinador en la historia de la literatura universal, sin duda se trata de Haruki Murakami, capaz de no ganar nunca el Premio Nobel de Procrastinación porque siempre lo deja para más adelante.


Ramon Pardina es profesor en Procrastinación Clásica y Contemporánea en la Universidad de la Sorbona y La Llama School.


1 Consúltese, por ejemplo, mi volumen Antología de las mejores procrastinaciones del s. XX. Todavía por publicar.

3 Se recomienda consultar mi artículo en el Huffington Times «10 libros que habías estado leyendo mal hasta ahora y no lo sabías».

4 Para saber más de Foster Wallace se recomienda leer su libro 10 cosas supuestamente divertidas que nunca me pondré a hacer porque me da perezaLa procrastinación infinita.

5 O escriba un artículo en La Vanguardia.

6 Me extendería más, pero me aguarda una baudelairiana caja de Donetes en la nevera.

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