Cuando Charles me pidió que escribiera el prólogo de su próximo libro no lo dudé ni un segundo. A mí siempre me han gustado mucho las especies y los orígenes, así que enseguida supe que la lectura de este texto me iba a resultar de lo más emocionante. Obviamente yo no puedo ser objetivo con Darwin, son muchas las cosas que hemos vivido juntos, pero intentaré ser lo más objetivo y sincero posible para que tú, el lector, puedas hacerte una idea real de la lectura que tienes por delante, que ya te adelanto será apasionante.
Para mí Charles es uno de los tres mejores —sino el mejor— naturalistas que hay a día de hoy en el mundo. Sé que es una percepción bastante subjetiva, y que la valía profesional de un naturalista es difícil de medir según criterios cuantitativos, pero lo que ha hecho en esta novela a sus 49 años me parece que tiene un mérito enorme. Ya no solo por la premisa inicial, la cual te atrapa desde el minuto cero, sino por la evolución de sus personajes y la narración frenética, que alcanza su máximo esplendor en el capítulo de la lucha por la vida, sin duda mi parte favorita de todo el libro.
Personajes como la comadreja Flora o el papagayo Rafael dotan a la lectura de una frescura al alcance de muy pocos naturalistas. Si bien es cierto que hay momentos de libro que pueden parecer un poco demasiado excesivos, como la parte en la que la fauna de las Islas Galápagos se pone a cantar y a bailar, creo que Darwin ha hecho un ejercicio de imaginación más que notable, teniendo en cuenta que venía de libros como Observaciones geológicas en América del Sur, La estructura y distribución de los arrecifes de coral o el infame Zoología del viaje del Beagle, publicado entre 1839 y 1843 en cinco partes.
Recuerdo la primera vez que Charles me habló de la idea de escribir un libro en el que unos monos se convertían en humanos y pasaban a controlar el mundo. No voy a mentir, esa noche habíamos estado bebiendo, de hecho Charles vomitó en la parte trasera de mi carruaje, dejando un olor que ya nunca he conseguido quitar de la madera. Mientras yo le sujetaba la barba para que pudiera expectorar los restos del pastel de manteca de cerdo que habíamos comprado en el restaurante 24 horas al lado del bar al que solemos ir, me dijo que estaba convencido de que en el tema de la transmutación de las especies había dinero y que quería desarrollar algo del tema antes de que se pusiera de moda. Esa noche él no veía mucho, pero me demostró ser un visionario.
Yo no sé si este libro llegará a ser un éxito de ventas o si se quedará en la primera edición, lo que sí sé es que si sigue trabajando duro, Charles puede convertirse en un autor que dé mucho que hablar en los próximos años, porque tiene talento, proyección y la verdad es que es un máquina. Durante el proceso de creación, a menudo me mandaba cartas a mitad de la noche pidiéndome mi opinión sobre los últimos capítulos que había escrito, porque aunque no lo parece, Charles es un autor muy inseguro e indeciso.
Creo que mi única aportación valiosa ha sido la de acortar el título, pues Darwin barajaba uno que a mi parecer era demasiado largo y arruinaba el suspense: El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida dentro de la teoría científica de que las poblaciones evolucionan durante el transcurso de las generaciones y que la diversidad de la vida surgió de la descendencia común a través de un patrón ramificado de evolución dando paso a la síntesis evolutiva moderna que es en realidad un concepto unificador de las ciencias de la vida.
Con total honestidad, yo no considero que esta sea la novela que suponga el “big break” que Darwin lleva años esperando en el mundo literario, pero sí estoy convencido de que le ayudará a buscarse un sitio y a ganarse el respeto de muchos otros autores que hasta ahora le miraban por encima del hombro. El tema de la evolución de los animales es muy interesante, eso es imposible negarlo, pero si Charles quiere ser un superventas y llamar la atención de las editoriales más importantes del país, debería tomar riesgos en su carrera y escribir, por ejemplo, de un tema tan polémico como el de la fecundación de las orquídeas. Espero que se atreva a hacerlo, porque somos muchos los que llevamos años esperando impacientemente a leer sobre ese asunto.
Me despediré diciendo que para mí es un privilegio maravilloso asistir en primera persona a su proceso de creación, aunque él siempre diga que es de evolución, pero sobre todo, para mí es un privilegio maravilloso considerarlo mi amigo. Te quiero, Charles, no cambies nunca.
Javier Ramos
Londres, 23 de noviembre de 1859