Revista literaria avant la lettre

Mail que debías haberme enviado para dejarlo conmigo en lugar de hacerlo en tu Citröen C15 mientras llovía

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Hola, Fran:

Aviso que este no es un mail de los míos que te gustan. Lo que voy a contarte coincide con tus peores presagios en cuanto a tu relación conmigo. Y sí, he pensado que me vendría bien que lo dejásemos. Y no, no me refiero dejarlo a un lado, cómo hicimos con aquel autoestopista en nuestro viaje por la India. Ni parar un poquito ahora para seguir luego que hay que echar la siesta. No. Esto no es ponerle la tapa al tupper y ya lo acabamos el domingo pasando lo nuestro por la sartén.

Así es, hasta aquí hemos llegado. Aquí paz y después la Estefan (sí, me he propuesto joder todas tus coletillas y malapropismos de mierda, a ver si leyéndolas, tú también las odias y dejas de amargar a los demás). No aguanto más. Como diría tu padre: «devuélveme los regalos». Hasta aquí ha llegado nuestra convivencia. A tomar por culo lo que sea que tuviésemos. Ya puedes buscar algo de nata porque, muy señor mío, el flan se queda sin caramelo.

Por supuesto que voy a aprovechar estas líneas para sacar los sapos sucios (ajá, otra mierda de morcilla tuya). Primero, no te puedes llegar a imaginar lo que odio a Amaral. No la soporto. No te dije nada porque bonico estuviera, para una mujer que escuchabas. Siguiendo con las verdades incómodas, nunca le caíste bien a mi hermano. Te doraba el pildorín porque le dabas de fumar a escondidas (o eso pensabas). Lo de tus ideas de negocios… uy, uy eso. Casi arruinas a mi padre con la mierda del tocadiscos para coches, menos mal que le hice entrar en razón (efectivamente, no se quedó sin ahorros ni confundieron nuestro chalet de la sierra con el de Jose Luis Moreno). Reconoce que el nicho de mercado era más pequeño que la habitación esa que tenías. Que esa es otra, a ti te hacía gracia convivir con la agrupación completa de troskistas de Albacete, pero tus tres amigos y tú podríais haber aprendido a compartir también una fregona. Por supuestísimo que odiaba, y lo repetiré las veces que haga falta, cuando le llamabas hacer el delicioso al aquello. Y pollo alast but not the least (uff), mi madre te echó la cruz cuando te pasaste el bautizo de mi sobrino jugando al candy crush con el volumen medio.

Como no quiero que este correo se quede agrio, me apetece regodearme en algunos momentos divertidos que me regalaste. Por ejemplo, las risas en nochebuena, cuando tuviste que hacerle la maniobra de Heimlich al hurón de mis padres para que soltara el sombrero vaquero de un clic de playmobil. Como bien recuerdo la primera noche en la que me diste la mano, y me contabas tan convencido de que el borrador de tu primera novela ganaría el premio Herralde este año. Por algo te llamaban «el ocurrencias» en mi casa.

En fin, quizás peco de cobardía, y en realidad hubiera estado bien bajar de Huesca este finde y quedar contigo, pero dan lluvia, así que por quedar en un terreno neutral y no mojarnos, hubiera elegido dejarte tras invitarte a subir a la furgoneta. Sé lo que te gusta mi C15 con una cinta de mariachis atascada, sé lo que te gustan las rupturas que encajan en universos cinematográficos, y sé lo turras que te pondrías con tus amigos y el resto del universo, fardando de que una chica te ha dejado en su Citröen C15 mientras llovía; así que le ahorro esa historia de mierda al mundo y te dejo por aquí. Te jodes.

Hasta que nos olamos.

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